18/3/2018 | 16:48         
LOCAL
El medio ambiente local y sus efectos sobre la salud; un panorama poco alentador
La resistencia de varias malezas al glifosato impulsó el uso de otras sustancias mucho más peligrosas. Sus efectos sobre la salud recién serán percibidos en los próximos años. Esta nota incluye un informe al especialista Jorge Kranzelic sobre tres temas: fumigaciones, basural y biomasa.
El medio ambiente local y sus efectos sobre la salud; un panorama poco alentador

Desde hace veinte años, cuando comenzó en Argentina la siembra de soja RR y las malezas se controlan con glifosato, viene debatiéndose el efecto de ese herbicida sobre la salud, su posible (o no) actuación como agente productor de enfermedades, y otras cuestiones similares.

Sin embargo, desde hace no más de uno o dos años, el panorama está cambiando, para peor: la aparición de varias malezas resistentes al glifosato promovió el uso de otros herbicidas, algunos de ellos residuales, cuya peligrosidad es mucho mayor y sus efectos recién serán percibidos dentro de algunos años. Cuando ya sea tarde, posiblemente.

La aparición de malezas resistentes es lo que desvela hoy a las empresas cuyo presente y futuro dependen de la agricultura. Por el momento, sus estudios apuntan casi con exclusividad al control químico, y para ello proponen el uso combinado del omnipresente glifosato, cuya dosis por lo menos se ha triplicado, con otros productos tales como el 2,4-D (de comprobada acción patogénica), la atrazina, el metsulfurón y varios más.

La sociedad no ha tomado aún debida nota de este profundo cambio en el modo de producción agropecuaria, capaz de producir daños severos a la salud y al medio ambiente en un futuro muy próximo.

LA CUESTION DE VOLUMEN

Antes de que comenzara la transformación productiva que se vive hoy con el uso de nuevos y más peligrosos agrotóxicos, ya se estaban sufriendo los perjuicios de la aplicación indiscriminada de glifosato.

Este producto viene usándose desde hace muchas décadas, y su toxicidad y acción patogénica parecen estar dentro de lo razonable; no es algo por demás de peligroso. No obstante, el riesgo nace del volumen en que se lo fue utilizando.

Para poner un ejemplo aclaratorio: cualquiera sabe que, si se le meten algunas moscas en la cocina, puede apelar a un matamoscas en aerosol, echar un poco, y no se produce ningún daño (salvo para los insectos). Pero si resolviera pulverizar 200 litros de insecticida, probablemente habría que evacuar la casa, e inclusive la manzana completa; por una cuestión de volumen de producto tóxico utilizado.

Con el glifosato sucede algo así. Mientras se lo usó racionalmente, para controlar los yuyos en superficies acotadas, fue un producto adecuado.

Pero actualmente los cálculos más optimistas indican que, en unas pocas semanas (previas a la siembra), son arrojados en el territorio argentino unos trescientos millones de litros (300.000.000 l.) del herbicida, comportamiento equivalente al de pulverizar los ya mencionados 200 litros de Raid en la cocina de casa.

PERO... ESTO YA ES PASADO

La discusión sobre el uso masivo del glifosato no ha perdido sentido, pero hoy en día queda relegada por otro asunto mucho más urgente y peligroso: la irrupción de otros productos, cuya toxicidad y capacidad patogénica son singularmente superiores, y se utilizan combinando herbicidas de actuación inmediata con otros residuales.

La atrazina, por ejemplo, es un herbicida que se utiliza combinado con el glifosato. Su uso en Europa está prohibido. La exposición al producto suele provocar enrojecimiento en los ojos e incluso puede llegar a haber una afectación del sistema nervioso central. En exposiciones prolongadas puede aparecer dermatitis y es probable que esta exposición afecte al riñón y al hígado. Puede producir disminución en la cantidad de esperma, y además tiene un posible efecto como disruptor endocrino y una baja (pero no nula) incidencia en la formación de cáncer de mama (datos extraídos de publicaciones científicas).

Otro producto ampliamente utilizado hoy en combinación con el glifosato es el metsulfurón. El propio laboratorio que lo produce alerta en sus prospectos informativos sobre que no deben realizarse fumigaciones terrestres a menos de 300 metros ni aéreas a menos de 500 metros de un lugar habitado.

El 2,4-D, prohibido desde 2015 en la provincia de Santa Fe, puede provocar (según publicaciones médicas) síntomas propios de la neurotoxicidad; neuropatía periférica (sensaciones inusuales, adormecimiento y dolor en brazos y piernas, trastornos de la marcha); trastornos del comportamiento y, en niños, reducción del tamaño cerebral; alteraciones de componentes de la membrana neuronal y daños en la barrera hémato-encefálica (permitiendo que la sustancia penetre hacia los tejidos cerebrales). Las investigaciones, que son muchas y provienen de múltiples fuentes, también dan cuenta de posibles efectos serotoninérgicos y dopaminérgicos durante el desarrollo cerebral postnatal.

Todos estos productos han sido utilizados a lo largo del tiempo, en mayor o menor medida, pero siempre en cantidades razonables. El inusitado volumen que se aplica hoy es la causa principal de los problemas, presentes y futuros, que se verán agravados por la mayor peligrosidad de los químicos arrojados al suelo, al aire y a las corrientes de agua, sobre las plantas, los animales y las poblaciones humanas.